Carnavales proletarios: tiempo libre, politización y comunidad en las calles de La Boca a inicios del siglo XX

Un barrio obrero de fiesta: el carnaval a orillas del Riachuelo

Por Laura Caruso*

A comienzos del siglo XX, cada verano se iniciaban en la Boca los preparativos para la fiesta. Las inscripciones, los ensayos y puesta a punto de los instrumentos, la elección de los repertorios y la confección de estandartes y trajes, entre otros trabajos, presagiaban la llegada del carnaval. Era un tiempo de diversión, vecindad y reunión; también de politización y organización, y de disputa por las calles con las autoridades municipales y policiales. Las familias obreras, comerciantes, profesionales y diversas organizaciones del barrio portuario participaban de esta contienda en comparsas, orquestas y corsos. Eran lxs protagonistas de aquella intensa vida asociativa que habitaba las calles cada verano. Sin embargo, a inicios del año 1904 y tras una gran huelga portuaria, la policía intentó prohibir el carnaval.

En febrero de 1904, el Jefe de Policía de la Ciudad de Buenos Aires dio a conocer la prohibición de los corsos vecinales y callejeros del barrio de La Boca como medida de precaución ante posibles disturbios. Según el diario La Prensa, ésta era una medida acertada. Hacía pocos días que había terminado la gran huelga portuaria, por la cual miles de trabajadores y trabajadoras, sus organizaciones, familias y vecinxs se habían movilizado en el barrio desde diciembre de 1903. La respuesta estatal había sido la militarización del puerto y de sus calles aledañas, la persecución y la represión. La huelga terminó con algunas demandas resueltas y con el barrio ocupado por las fuerzas estatales. Pero entonces ¿por qué prohibir los corsos del barrio? ¿Por qué el carnaval era tan peligroso a los ojos de las autoridades? Quizás, porque sus preparativos, sus expresiones callejeras y su participación colectiva atentaban contra el orden precario logrado tras la huelga. Conocer mejor cómo era ese barrio portuario en tiempos de fiesta permite ensayar algunas respuestas a estas preguntas.

A comienzos del siglo XX, La Boca tenía una gran cantidad  de organizaciones mutuales, étnicas, culturales, gremiales y políticas. Allí vivían y trabajaban miles de familias en torno al puerto, principal lugar de salida de los productos argentinos para el mercado internacional. Así, fue ganando un perfil de barrio proletario, bullicioso, colmado de familias de distintos orígenes nacionales, tradiciones culturales, oficios y profesiones portuarias. Todo esto se vio reflejado en el carnaval.

Desde el primer corso en La Boca en 1884, la organización del carnaval fue central  en la vida barrial. En ese tiempo, vecinxs, familias, comparsas y huelguistas compartían una sociabilidad callejera e intensa en los corsos, patios, salones y teatros del barrio. Entre estos últimos destacaron el Teatro Dante Alighieri, el José Verdi y el Iris, ubicados en la avenida principal Almirante Brown, donde se alternaban los estrenos de óperas y obras con recitales, bailes, asambleas y mítines políticos o gremiales.

¿Cuándo empezaba la organización del carnaval? Las comparsas se reunían desde el mes de noviembre, compuestas por personas que compartían muchas veces un mismo origen nacional y que tenían lazos de amistad y de clase, como lxs italianxs y españolxs de diversas regiones, o lxs sur eslavxs. Con sus desfiles, las comparsas tenían el protagonismo central de aquel escenario callejero y popular. Éstas competían año a año por los premios y por el aplauso del público. Sus nombres, vestimentas y repertorios mostraban una estrecha vinculación con orígenes de diferentes geografías y con el mundo laboral portuario. La de Los Turcos, por ejemplo, fue una de las comparsas más populares y de gran tamaño: llegó a reunir a 300 personas, acompañadas por una carroza tirada por 6 caballos blancos donde iba el sultán, con sus consortes y séquito. También había otras comparsas asociadas a la nacionalidad, como las italianas (José Verdi, Figli della Sicilia) y españolas (Orfeón Gallego, Gallego Primitivo, Salamanca Primitiva, Asociación Española). Orfeón Gallego, una de las más premiadas en ese entonces, contó en su repertorio con zarzuelas y un concurso de muñeira, una danza popular gallega.

Algunas comparsas se identificaban con cierto ideario nacionalista, como Sol Argentino, Olimpo Argentino o Argentinos del Sur. Un grupo nutrido lo hizo según  trabajos y oficios portuarios, como Marinos Alegres, Juventud Marina, Marinos Leales, Unión Marina, Marinos Sud y Marítima de Socorro Mutuo. No faltaron mezclas entre estos rasgos, como la Sociedad Marítima Italiana, que reunía a las personas por su oficio y su nacionalidad. Otro conjunto se referenció en su pertenencia local y barrial, y con la celebración de la juventud: La Unión de La Boca, La Perla de La Boca, Juventud Unida, Los Nenes.

Otras asociaciones carnavalescas muy populares fueron las comparsas de gauchos a caballo. Formadas por recitadores, guitarristas y zapateadores, desde la primavera estas comparsas ensayaban luego de su jornada laboral en el puerto, talleres o comercios del barrio. El espectáculo a veces incluía la actuación de coros de mujeres y de cocoliches, grupos de humoristas que hablaban una  mezcla de castellano con dialectos italianos, con escenografías y vestimentas campestres. Fueran grandes, chicas, más estables o con una duración que alcanzara sólo un verano, estas sociedades tenían comisiones directivas o recreativas, organizaban colectas de fondos, bailes a beneficio, rifas y muchas otras acciones en las que participaban lxs vecinxs del barrio para costear los gastos de trajes, instrumentos, estandartes, máscaras, o el alquiler de salones para los bailes. A veces la tarea resultaba difícil. La Sociedad Recreativa y Musical Los Farristas de La Boca, por ejemplo, tuvo que compartir el alquiler de un patio en un conventillo en la calle Suárez con el recién creado Club Boca Juniors para poder ensayar.

La competencia más álgida se daba entre la Sociedad Cosmopolita, Filarmónica y de Socorros Mutuos José Verdi, fundada en 1878, y La Unión de La Boca, de 1877. Ambas protagonizaron una feroz competencia artística que no pocas veces llegó a los golpes y arrestos, terminando sus integrantes en la comisaría del barrio portuario.

Los bailes, corsos,  disfraces y concursos requerían de un permiso municipal. Estaba prohibido disfrazarse de sacerdote, militar o usar otras vestimentas consideradas indecorosas, pues las autoridades veían allí una crítica o burla al orden y a las jerarquías establecidas. Sólo las mujeres y menores de 15 años no necesitaban permiso para disfrazarse. El carnaval mostraba las desigualdades, tensiones y jerarquías de aquella sociedad: era, en definitiva, parte de una actividad que las autoridades intentaban controlar.

Los eventos más populares durante el verano, junto a bailes y conciertos, eran los corsos del barrio. Muchos contaban con palcos para el público, adornos con flores, serpentinas y papel cortado, acompañados por los juegos de agua durante su recorrido. En las calles Brandsen y Palos, por ejemplo, los corsos levantaban suscripciones con antelación para costear su salida, adornos y las decoraciones de la vía pública. Había también otros corsos, más informales e independientes, organizados por los vecinos de alguna calle aleatoriamente año a año. Fueran oficiales o independientes, los corsos articulaban el espacio público en el tiempo del carnaval y mostraban un uso popular de las calles del barrio.

Esta fiesta tenía personajes míticos. Entre ellos estaba el Oso Carolina, creado, al parecer, por un vecino italiano del barrio a finales del siglo XIX. El Oso Carolina salía a caminar al atardecer y recorría las calles hasta la noche, asustando a niños y niñas. El Oso encabezaba el desfile de las comparsas, atado por una cadena que llevaba su compañero/cazador. El animal bailaba atento a las variaciones de la música, pidiendo aplausos y propinas. Al parecer, el nombre Carolina hacía mención a la cuarta novia de su creador. Tomando un animal propio del folklore europeo, el Oso Carolina ponía en escena la bestialidad y la asociación de lo animal con lo femenino y su sometimiento.

¿Qué papeles desempeñaron  los varones y las mujeres en la organización de esta fiesta? Se ocupaban de muchas cosas, muy distintas entre sí. La confección de máscaras de animales y personajes era una labor artística a cargo de hombres. Mientras tanto, mujeres y niñas trabajadoras y vecinas del barrio participaban en bailes y concursos de disfraces, y más excepcionalmente, en coros. En general, se encargaban de los preparativos para la confección de adornos, trajes y arreglos florales. Así relataba una asociación este trabajo: “Las mujeres, hijas y hermanas y demás parientas de los socios, están haciendo a toda prima sus preparativos para el baile (…) Señorita conozco yo, que con una colcha de damasco, color botón de oro, se ha hecho un traje de jardinera napolitana de lo más lujoso, adornando la falda con cintas de raso arrancadas de varias cajas de dulces” (revista ilustrada Gladiador 117, 26/2/1904). Presentes como hacedoras y protagonistas, las mujeres y la representación de lo femenino en el carnaval muestra que las tensiones de género también configuraron aquel festejo popular.

Entonces, la huelga y el carnaval tenían mucho en común. Ambos movilizaban al barrio entero, amenazando las jerarquías sociales y el orden urbano. La huelga, con mitines en las plazas y teatros, con comedores comunitarios y locales obreros desbordados, se tornó peligrosa para las autoridades estatales, que optaron entonces por la represión, sacando a la calle fuerzas para lograr la restitución del orden. Con la llegada del carnaval y ante una nueva movilización, se ensayó una solución similar: la prohibición. Como momento creativo, festivo y participativo, el carnaval y su convocatoria a los distintos sectores sociales del barrio presentaba una nueva amenaza para el orden laboral y urbano: el tiempo del Rey Momo era vivido popularmente en La Boca de una manera intensa.  Se trataba de un momento clave en el que se daban numerosas y pequeñas solidaridades en los patios, plazas, salones, asociaciones; indispensables para la configuración de una cultura obrera. Estas acciones de autoafirmación comunitaria y barrial alimentaron solidaridades y lazos mutuos, el interés cotidiano por la política y la situación laboral, cuestiones que incidieron en las protestas obreras. Si bien la prohibición obligó a  que las comparsas tuvieran que circular  por otros corsos de la ciudad, los festejos en La Boca pudieron continuar puertas adentro, en salones, teatros y bailes. Allí, ocultos y alejados de la mirada de las autoridades, lxs trabajadores, sus familias, lxs artistas, comerciantes y vecinxs siguieron encontrándose, manteniendo y fortaleciendo los lazos de esa comunidad obrera portuaria.

Material recomendado

CARUSO, LAURA (2020) “La fiesta y la comunidad: el carnaval en el barrio obrero del Puerto de Buenos Aires a comienzos del siglo XX”, Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Nº 17, pp. 233-264. https://estudiosmaritimossociales.org/rems/rems17/09.pdf

— (2019) “La huelga, el carnaval y los comicios: el mundo del trabajo portuario en Buenos Aires y la configuración de una comunidad obrera, verano de 1904”, Historia Crítica n.° 73, pp. 163-191, doi: https://doi. org/10.7440/histcrit73.2019.08

FALCÓN, RICARDO (1989) “La larga batalla por el carnaval: la cuestión del orden social, urbano y laboral en el Rosario del siglo XIX” en Anuario UNR, Rosario N° 14, segunda época, UNR- Editora.

CHAMOZA, OSCAR (2003) “Lúbolos, Tenorios y Moreiras: reforma liberal y cultura popular en el carnaval de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XIX” en Sábato, H. y Lettieri, A. (comp.) La vida política en la Argentina del siglo XX. Armas, votos y voces, FCE, Buenos Aires.

PUCCIA, ENRIQUE (1974) Breve historia del carnaval porteño, Buenos Aires. MCBA.

Imágenes

Foto 1. Coro de la Sociedad Coral y Musical Unión del Plata, ensayando la barcarola, Caras y Caretas Nº 279, 6 febrero 1904. Fondo AGN B.108.555
Foto 2. Sitio web La Boca ese lugar en el mundo. 1917, Agrupación carnaval de la boca, blancos vestidos de negro. Corso Olavarría y Palos
Foto 3: El oso Carolina era la admiración y la alegría de entonces. Carnavales de antaño, marzo 1911. AGN 110.270.
Foto 4: Mujeres arreglos florales, carnaval 1906, flores para el corso. AGN 12011

*LAURA CARUSO
es historiadora del mundo portuario y marítimo en Argentina. Forma parte de la coordinación de MITIN/HO. Hizo su carrera como doctora en historia en la Universidad de Buenos Aires; es investigadora adjunta del CONICET / Escuela IDAES/UNSAM y forma parte del Núcleo de Historia Social y Cultural del Mundo del Trabajo de esa Escuela. Ha estudiado la experiencia histórica de lxs trabajadores marítimos en el Puerto de Buenos Aires en el paso de la navegación a vela al vapor. Actualmente, indaga la historia de la comunidad portuaria afincada en La Boca y aledaños (Buenos Aires), en el cambio del siglo XIX al XX, en sus dimensiones laborales, sociales, culturales, políticas y cotidianas e historizando sus relaciones, redes e identidades.

podcast

Voz: Lourdes Michiqué
Edición: Claudio Torres
Artística: Julio Cesar Lucero