Brommbombooóm, Brommbombooóm
Así les hacía el abuelo a las primas Elena y Laura, un ruido parecido a un motor con la boca. Esa era la invitación a un juego particular al que jugaban cuando ellas iban a su casa: rodar dentro de unas cubiertas de camión era la actividad más divertida en la casa del abuelo Pancho. Cuando llegaba a su casa, Elena desde chiquita le gritaba al abuelo: Brombombooóm!, Brrombombooóm!
Así, el abuelo ya sabía lo que su nieta quería. Luego se sumó Laura, que era 2 años más chica, y se fue enganchando también en ese juego de patio. El abuelo, antes de hacerlas rodar por un pequeño desnivel del parque, cortaba el pasto para que el efecto “parque de diversiones” fuese más efectivo. Durante años, las dos primas esperaban que su abuelo hiciera una rápida cortada de pasto y acomode las dos cubiertas al borde del piso que separaba el garaje del parque. Cuando eso pasaba, ellas se subían las dos a las cubiertas y ahí iba el empuje. Las divertidas primas creían que rodaban 2 o 3 kilómetros, pero en realidad, sólo lo hacían unos pocos metros, hasta frenar con un alambrado del final del terreno.
Con los años y la partida del abuelo Pancho, el “Brommbombooón” quedó sólo en los recuerdos de las primas. Ellas se hicieron muy amigas, y compartieron una infancia sin grandes sobresaltos, aunque tampoco sin muchos privilegios.
Luego de terminar la secundaria, Laura decidió emigrar a España junto a Fabian, su novio unos cuatro años mayor. Pasaron los años y así fue que el vínculo entre ellas se estiró a tal punto que hoy casi ya no tienen contacto.
Al poco tiempo del viaje de Laura, Elena comenzó a trabajar en una fábrica de alfajores. Al principio fue sólo para “hacer algo”; hoy lleva más de 20 años en la fábrica, manteniendo un trabajo que le permitió criar a sus tres hijos, junto a su pareja, otro obrero pastelero del mismo sector.
Dicen sus compañeras que Elena es un sol, siempre divertida y amorosa. Pero que en los días nublados o cuando se la ve media bajón, agarra un alfajor a medio terminar, y se va sola al comedor de la fábrica. Y si uno entra a buscarla, se va a sorprender con un sutil aroma a pasto recién cortado y a ella sentada enfrente de la mesa, haciendo rodar un alfajor y susurrando un ruido extraño, que suena como a Brommbombooóm.
Foto y texto: Juan Mathias