En esta columna abordamos las conflictivas y multifacéticas relaciones que se dieron (y se dan) entre lo gremial, lo político y lo ideológico. Para hacerlo nos detenemos principalmente en las miradas de tres importantes referentes del anarquismo argentino de principios del siglo XX: Antonio Pellicer Paraire, Eduardo Gilimón y Alberto Ghiraldo. A principios del siglo XX, el movimiento anarquista presentaba dos posiciones contrapuestas en relación con el rol de los sindicatos. El sector orientado fundamentalmente hacia la organización obrera proponía que se construyeran dos tipos de organizaciones distintas que agruparan a lxs obrerxs. Por un lado, veían necesario afianzar los sindicatos, centrados en la lucha económica, cuya virtud radicaba en lograr la unidad de lxs trabajadorxs a pesar de sus diversas identidades políticas; por otro lado, creían imprescindible impulsar una asociación específica de lxs revolucionarixs, escindiendo de esta manera la lucha gremial de la política en pos de la unidad de clase. En contrapartida, un sector que podríamos denominar “finalista” abogaba por sindicatos que fueran impulsores del “comunismo anárquico” y combatieran el reformismo y el corporativismo. Para esta parcialidad no servía “amontonar trabajadores” sin una idea precisa que lxs llevara a luchar por la revolución. Desde esta perspectiva, la lucha política y la gremial no podían disociarse. En esta columna se plantean las líneas generales de este debate y sus repercusiones en el proceso de organización de lxs trabajadorxs en la Argentina de principios del siglo XX.

 

Columna #3
Fecha de emisión: 16 de junio de 2012.
El Brote Nº 41, Radio Universidad FM 95.7 Mhz / de la Azotea FM 88.7 Mhz, Mar del Plata.


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