Experiencias de migración, género y trabajo en la Argentina contemporánea

LAS QUE BAJARON DE LOS TRENES

Por Mirta Zaida Lobato *

Diferentes factores impulsaron las migraciones internas en nuestro país. Las mujeres integraron esa poderosa fuerza de trabajo, ya sea como parte de las familias migrantes o como personas que dejaban el terruño en busca de nuevos horizontes. Este texto se refiere a esa experiencia de vida. 

El movimiento de personas de una provincia a otra es un dato histórico relacionado con las desigualdades regionales de la Argentina. Los datos estadísticos se han conocido a partir de los estudios sobre población. Sin embargo, las causas y las consecuencias de la emigración han sido y son menos estudiadas. 

Las causas de la migración se vinculan estrechamente con la organización productiva existente en las provincias expulsoras, como así también con los problemas de vivienda y las deficiencias sanitarias y educativas. Las consecuencias, en cambio, a veces implican mejoras en la calidad de vida, pero esas mejoras no siempre son un fenómeno extendido. En muchos casos, conllevan vivir en asentamientos precarios en las periferias de las grandes ciudades como Buenos Aires y Rosario, además de tener que sobrellevar las transformaciones familiares y afectivas que se generan. Migrar implica un proceso de desarraigo, de pérdida de las relaciones personales y de esfuerzos de recomposición en los nuevos lugares de residencias.

Antonio Berni, “Migración”, 1954.

Santiago del Estero, Catamarca, Corrientes, La Rioja y San Luis han aumentado a lo largo del siglo XX la proporción de personas que emigraron a otro lugar, preferentemente a la ciudad de Buenos Aires y al cordón industrial del conurbano bonaerense. Se podría decir que el fenómeno migratorio tuvo rostro de varón. Mayoritariamente, eran los hombres los que salían para trabajar en las cosechas de cereales o algodón, en la esquila, en los obrajes, en los cañaverales. En algunas actividades se trasladaban con toda su familia, como en el caso de la zafra, en Tucumán. Esta idea de núcleo familiar laboral nubló la visión sobre las mujeres migrantes que trabajan. 

A partir del estudio sobre población de Recchini y Lattes se puede afirmar que hasta 1914 las corrientes migratorias predominaban entre provincias vecinas. Por ejemplo, de Santiago del Estero y Catamarca a Tucumán, de Chaco a Salta, de Salta a Jujuy y de Corrientes a Santa Fe. Sin embargo, después de esa fecha se intensificaron los flujos migratorios a la región metropolitana de Buenos Aires. La ciudad y el conurbano se poblaron gracias a la contribución de provincias empobrecidas que no pudieron encontrar un camino productivo para retener a su gente. El ferrocarril jugó un papel central en el traslado de los migrantes, y así como es común oir que los argentinos descendieron de los barcos, podríamos también decir que los trabajadores de las grandes ciudades descendieron de los trenes.

A principios del siglo XX, muchas mujeres se quedaban en los parajes rurales realizando innumerables tareas para sobrevivir, como cuidar los animales, lavar ropa, hacer pan, hilar y tejer.  Una proporción de ellas, imposible cuantificar con exactitud, sólo realizaba viajes breves fuera de aquellos parajes. Eran distancias cortas hacia los pueblos y ciudades vecinas para emplearse en el servicio doméstico, como lavanderas, planchadoras y comerciantes al menudeo en los mercados o en la venta callejera. Ya en los años sesenta, y especialmente en la década de 1970, mujeres y varones migraron hacia centros poblacionales de mayor tamaño, ya fueran de la propia provincia o de la región. Seguramente esta escala de la migración estaba vinculada con los regímenes de Promoción Industrial que favorecieron a algunas provincias sobre otras. También se puede sostener que la mayoría de los migrantes, hayan sido varones o mujeres, lo hacían en las edades activas, entre los 20 y los 29 años.

En el siguiente gráfico se hace visible que existen provincias con una alta proporción de su población que salió en busca de otras perspectivas laborales y de vida. En las fechas censales entre 1869 y 1970, Santiago del Estero, San Luis, Catamarca, Corrientes y La Rioja muestran altos porcentajes de emigración. Lamentablemente no se puede desagregar la información por sexo y edad.

Quisiera detenerme ahora en dos retratos de la migración interna. Al primero lo llamaré la mujer que nos cocina.  Hebe Vessuri recogió la voz de un cosechero santiagueño en Tucumán. Él le dijo

“… estos últimos años los jornales son muy bajos, y si vamos es para comer, pero como los alimentos son muy caros, si no llevamos algo de aquí y a la mujer que nos cocine, al final de la temporada no nos queda nada… si hasta hay algunos que se han tenido que escapar por no poder pagar a la proveeduría”. 

El análisis del fragmento bien podría concentrarse en el nivel de los salarios y en el lugar de la proveeduría como centro de expoliación de los trabajadores a través del consumo de alimentos. A mí me interesa destacar el rol de las mujeres. Ellas tenían que ayudar al obrero cosechero. Mientras él cortaba la caña, la mujer y los hijos la acomodaban sobre el surco, la pelaban y la cargaban. También tenían que preparar los alimentos y hacer economías para que el salario alcanzara y se hiciera así una pequeña diferencia que, a veces, servía para pagar las deudas acumuladas en el paraje de origen.  Si los varones no se trasladaban con sus mujeres el salario era mucho más insuficiente. 

El segundo retrato se llama “salir para volver”.  Varones y mujeres se acercaban a una estación de ferrocarril, con una valija donde llevaban sus escasas pertenencias. Valijas baratas de cartón que imitaban el color del cuero competían con atados de ropa que se ubicarían en el portaequipajes de un vagón. Viajaban en segunda clase, pues el pasaje era más barato. Se acomodaban presurosos en los asientos de madera, y a la hora de la comida, todos los olores se mezclaban cuando los pasajeros abrían sus paquetes con guisos, carne, pan. Subirse al tren era salir de lo que la mayoría de las personas llamaba “nuestro lugar”. Apenas habían iniciado el viaje ya pensaban en volver; el trabajo se hacía con la esperanza de regresar, especialmente para los carnavales. Muchas mujeres me contaron que volver era una fiesta. Llevaban dinero para gastar con la familia y regalos, presumían con sus vestidos, se encontraban con los conocidos. Era como una dosis de oxígeno que permitía regresar a la rutina del trabajo. Para muchas, volver implicaba también reencontrarse con sus hijos. Si bien es cierto que las mujeres jóvenes eran las que migraban, muchas dejaban sus pequeños al cuidado de la familia. Los abuelos se encargaban de la crianza con la esperanza de mejorar económicamente. Muchas veces, esas mujeres enviaban regularmente dinero a una oficina de correo o a una estafeta postal para contribuir al mantenimiento de su familia.

Estudiar las migraciones temporales o definitivas es una tarea pendiente. Aunque existen contribuciones importantes, faltan todavía estudios que unan los lugares de expulsión con los de recepción; que analicen las experiencias de las mujeres que se fueron y de las que se quedaron; que estudien el impacto del trabajo en sus vidas, en sus formas de sociabilidad y en su cultura. De todos modos, estas experiencias de migrar en busca de otros horizontes nos muestran qué importantes fueron los factores estructurales que las provocaron. También revelan las potentes transformaciones en las subjetividades que resultaron de esa experiencia.

Antonio Berni. “La marcha de los cosecheros”, 1953.

ANEXO: LAS MIGRACIONES EN LA PINTURA DE ANTONIO BERNI

Antonio Berni visitó la provincia de Santiago del Estero, una de las que ostenta los mayores porcentajes de migración a otras regiones del país. Según el diario El Liberal de Santiago del Estero, Berni pudo captar “diversos momentos de la vida del hombre (sic) santiagueño” (obrajes, bosques, hacheros, familias, migración, escuelas). 

Berni estuvo en Río Hondo entre 1951 y 1954. Se puede inferir que de su estadía en la pensión “Los ferroviarios” surgió una serie de cuadros que exhibió en la Galería Witcomb en 1954 y que bajo el título “Motivos santiagueños” mostró en Propósitos, la galería de arte del Partido Comunista.  En 1955, las pinturas fueron exhibidas exitosamente en París. 

Los cuadros de Berni remiten una y otra vez a las figuras que se habían formado alrededor del “trabajador del norte”: “población inestable”, “rostros cobrizos”, “familias errantes”, “parias”, “peregrinos del trabajo”,  todo ello como representación metonímica del pueblo trabajador del interior de la República. Un interior que se homogeneizaba,, a pesar de sus significativas diferencias.

Bibliografía consultada

Forni, Floreal, Benencia, Roberto y Neiman, Guillermo,  Empleo, estrategias de vida y reproducción: hogares en Santiago del Estero, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1991.

Lobato, Mirta Zaida, La vida en las fábricas: trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2001. 

Vessuri, Hebe María Cristina Land, Tenure and Social Structure in Santiago del Estero, Thesis submitted for the degree of doctor Philosophy in the University of Oxford, Linacre College, Oxford, Trinity Term, 1971. 

*MIRTA ZAIDA LOBATO
es historiadora. Escribió La prensa obrera (Edhasa 2009), Historia de las trabajadoras en la Argentina, 1869-1960 (Edhasa, 2007), La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso (1904-1970) (Prometeo, 2001); con Juan Suriano el Atlas Histórico de la Argentina (Sudamericana, 2000) y La protesta social en la Argentina (FCE, 2003) y con la colaboración de otras colegas Infancias Argentinas (Edhasa, 2019), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX (Biblos 2011) y Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX (Biblos, 2005). 

podcast

Voz: María del Mar Rodríguez
Edición: Julio Cesar Lucero
Artística: Julio Cesar Lucero

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