EL GÉNERO DE LA CRISIS Y EL AJUSTE

La clase trabajadora -de pie y con los tacones de punta- frente al “Rodrigazo”

Por Carolina Brandolini *

La multitudinaria marcha protagonizada por los metalúrgicos santafesinos contra las medidas económicas de Celestino Rodrigo en 1975 es ejemplo del rol significativo que tuvieron las mujeres en estas acciones obreras.

En junio de 1975, la clase trabajadora argentina protagonizó una fuerte reacción contra las medidas económicas impuestas por Celestino Rodrigo, Ministro de Economía de María Estela Martínez de Perón. En un contexto de profundos cuestionamientos a las dirigencias sindicales “ortodoxas”, trabajadoras y trabajadores generaron en diferentes partes del país un estallido social que logró frustrar el plan económico de Rodrigo. No sólo forzaron su  renuncia, sino también la de otros funcionarios como José López Rega, Ministro de Bienestar Social y principal referente de la organización parapolicial Alianza Anticomunista Argentina. Gracias a esa lucha, la clase trabajadora obtuvo además importantes aumentos salariales a pesar del crítico contexto político y económico.

La comunidad obrera de FIAT Sauce Viejo, Santa Fe, tuvo una enorme participación en esos acontecimientos que pasaron a la historia como “el Rodrigazo”, en alusión, justamente, al apellido del Ministro de Economía. Miriam, esposa de un obrero de FIAT, recordaba: “Yo estaba en Santa Fe, había ido al médico. Y allá en la curva, allá enfrente de la cancha de Colón, ahí ya se cortó el tráfico… así que me tuve que cruzar todo caminando.” Aludía a la masiva presencia de gente en la quema de neumáticos que se produjo un viernes en el Puente Carretero.

La empresa italiana se había instalado en 1969 cerca de la capital de Santa Fe, aprovechando las políticas de promoción industrial lanzadas durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía. “La FIAT”, como la llamaban, con  4500 trabajadores era el establecimiento más grande de la zona. En sus secciones de producción de tractores, camiones y motores se empleaba a varones, pero en las oficinas de administración había mujeres, por lo general chicas jóvenes, solteras y con formación profesional.

Además de ellas, miles de esposas, novias o madres de los metalúrgicos trabajaban en el sostenimiento de sus hogares, empleándose también muchas veces en el mercado laboral, formal e informalmente. En esos casos, las tareas de cuidado, reproducción material y afectiva que ellas cumplían constituían una doble jornada laboral.

Para los varones, la línea de producción, el comedor, el transporte hasta la fábrica, el sindicato, algunos bares cercanos y el “club FIAT”, eran espacios donde se intercambiaban ideas, chistes, comentarios, peleas. En cambio, las mujeres solían encontrarse para charlar, bromear, discutir y también divertirse en los comercios barriales, en el dispensario de la UOM, en los eventos organizados para el día del niño o fin de año, en los asados del club o en las reuniones con familias amigas durante los fines de semana.

En el otoño de 1975, el costo de vida se había ido a las nubes. Comprar lo mismo que un año antes costaba un 80,5 % más. Para frenar la inflación, el gobierno peronista nombró como Ministro de Economía a Celestino Rodrigo, hombre dispuesto a aplicar un conjunto de medidas de ajuste radicales: tarifazos, liberalización en los precios del combustible y alimentos, además de congelamiento salarial. La cosa empeoraba.

Los diarios hablaban del alza del precio en cada producto y publicaban fotos de largas filas formadas en los negocios para conseguir desde combustible hasta leche, azúcar y pan. El fantasma del desabastecimiento abarrotaba a las mujeres en los comercios. Los precios se disparaban y los salarios seguían igual. No había dinero que alcanzara para llegar a fin de mes.

El 5 de junio se anunciaron las nuevas tarifas de gas, luz y agua. Este anuncio, sumado al rumor de que las paritarias no se realizarían libremente, sino, con un “tope”, complicó aun más el panorama. Entonces, la indignación se convirtió en lucha. Los obreros de FIAT convocaron a una marcha para el día siguiente. Partirían de la fábrica hacia otras cercanas, para terminar en la Legislatura de Santa Fe como protesta contra las nuevas medidas económicas y la demora en las paritarias.

La “hombría” de los operarios fue desafiada simultáneamente por estos aumentos de tarifas y precios, y por un “ninguneo” en relación a la firma del convenio colectivo metalúrgico. El titubeo de las dirigencias gremiales no era novedoso. Sin embargo, en ese contexto se tornó inadmisible para una mayoría que entendía en carne propia la indignación ante la escasez y el ataque a sus propios hogares. ¿Cómo transmitir a sus mujeres el “llamado a la calma” de la UOM local? ¿Qué hacer ante la exasperación que les producían a las mujeres las colas en los negocios? La “familia” estaba en problemas y había que defenderla con valentía.

La marcha se concretó el viernes 6, pero no llegó a la Legislatura porque fue reprimida. La policía provincial, a fuerza de balas y gases lacrimógenos, impidió a los metalúrgicos avanzar sobre el puente que llevaba a Santa Fe, lo que fue respondido con barricadas, cánticos, bravura, despierto ya un mayor sentimiento de injusticia en la comunidad.

Durante los días siguientes hubo en los diarios numerosas declaraciones de solidaridad hacia los metalúrgicos, destacando la “valentía” de aquellos varones que habían tomado la delantera para enfrentar a Rodrigo. Las mujeres también jugaron un rol sumamente activo: se movilizaron -como en el caso de algunas administrativas- y se solidarizaron. Así lo indican las declaraciones de la Unión de Mujeres Argentinas, del “Personal del Jardín de Infantes N° 25 de Santo Tomé” (donde asistían hijos de familias proletarias) y de mujeres autodefinidas como “esposas, novias, madres e hijas” de los obreros, las que manifestaron al diario local su absoluta adhesión a la causa. Eran éstas voces autorizadas para hacerse oír porque -decían- “…somos las mujeres las que en nuestros hogares debemos realizar malabares por la insuficiencia de los salarios”.

Esta acción y el malestar en la cotidianeidad de los hogares obreros muestran que el rol de las mujeres fue relevante no sólo por su solidaridad. Ellas construyeron el sentido de aquella protesta, incidiendo abiertamente en el horizonte de los obreros movilizados. Sólo una mirada sesgada interpretaría que aquella manifestación contra el “Rodrigazo” en Santa Fe fue obra exclusiva de varones metalúrgicos. Mirar con “anteojos violetas”, en cambio, nos permite resaltar que fue sin dudas la experiencia femenina la que llevó a formular la demanda por la carestía de la vida en los días del Rodrigazo.

Bibliografía y fuentes consultadas

ANDÚJAR, Andrea, CARUSO, Laura, GUTIERREZ, Florencia, PALERMO, Valeria, PITA, Silvina y SCHETTINI, Cristina, “Vivir con lo justo. Estudios de historia social del trabajo en perspectiva de género, Argentina, siglos XIX y XX”, Rosario, Prohistoria Ediciones, 2016.
BRANDOLINI, Carolina,  “Clase trabajadora y género durante el ‘Rodrigazo’: Tensiones y distensiones en la familia metalúrgica santafesina”, Revista de Estudios Marítimos y Sociales, Nº 18, 2021.
BRUNETTO, Luis, “14250 o paro nacional. Bases obreras, direcciones sindicales y peronismo en la crisis del rodrigazo: junio y julio de 1975”, Buenos Aires, Estación Finlandia Ediciones, 2007.

Periódico El Litoral, Santa Fe, varios números de junio y julio de 1975.
Periódico El Nuevo Diario, Santa Fe, varios números de junio y julio de 1975.
Entrevistas a trabajadoras y trabajadores de FIAT Sauce Viejo.

*CAROLINA BRANDOLINI
es profesora de historia por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral. Es becaria doctoral de CONICET en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales del Litoral de UNL/CONICET. Su área de indagación se vincula con la experiencia de la clase trabajadora santafesina durante la década de 1970, desde los aportes de la historia social del trabajo con perspectiva de género.

podcast

Voz: María del Mar Rodríguez
Edición: Julio Cesar Lucero
Artística: Julio Cesar Lucero

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