Arde el interior en mayo del 69

El mayo rosarino – o primer Rosariazo- se constituyó en la inicial gran contestación de masas contra la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Una sociedad rebelde que comenzaba a desafiar de modo creciente a la dictadura militar instalada en 1966 irrumpió en las calles rosarinas en mayo de 1969. El hecho se conocería luego como “primer Rosariazo”, para diferenciarlo del segundo estallido producido en septiembre, o como “Rosariazo” a secas, cuando la memoria popular fundiera en un solo acontecimiento los dos momentos que conmovieron ese año a la ciudad y el país. Frente al asesinato policial de Juan José Cabral en Corrientes durante las manifestaciones contra la privatización del comedor universitario, el movimiento estudiantil rosarino reaccionó de forma inmediata. La protesta se concentró en el comedor universitario de Rosario, lugar que desde la llegada de la dictadura se había convertido en centro de reunión y debate, dado que  las asambleas y la actividad política estaban prohibidas en las facultades. Desde allí, entonces, se resolvió realizar una marcha de repudio. La represión policial fue inmediata e indiscriminada. Las y los manifestantes se dispersaron en múltiples direcciones, intentando huir de los garrotazos y los disparos. Cuando un grupo se refugió en una galería, fue acorralado por la policía, quien asesinó brutalmente al estudiante de Ciencias Económicas Adolfo Bello, de 22 años, con un tiro a corta distancia.
Las declaraciones de condena fueron numerosas. En contraste, el rectorado de la Universidad reaccionó cerrando el comedor universitario. Las y los estudiantes entonces instalaron una olla popular en el local de la combativa y antiburocrática CGT de los Argentinos (CGTA). El comité de lucha estudiantil, junto a la CGTA, convocó  para el 21 de mayo a una Marcha de Silencio. A ella adhirió un importante arco de entidades, en clara demostración de la polarización que se había suscitado en el seno de la sociedad rosarina frente a la violencia del régimen. Durante la Marcha del Silencio, el centro de la ciudad quedó en manos de la multitud nutrida, según distintos testimonios, por “estudiantes, obreros, empleados, vecinos de la zona céntrica de la ciudad”, quienes en forma continua daban batalla a las fuerzas policiales. La prensa subrayaba, no sin cierto estupor, la magnitud de la presencia femenina en las acciones de protesta. Cuando un grupo ocupó la emisora radial LT8, se produjo otro asesinato a manos de la policía: el estudiante secundario y aprendiz de obrero metalúrgico, Luis Norberto Blanco, de tan sólo 15 años. Las fuerzas del orden fueron desbordadas por la protesta, debiendo replegarse a los cuarteles. Rosario fue declarada zona de emergencia bajo control militar.
Fruto de la coordinación y movilización conjunta, el Rosariazo puso en acto la consigna de unidad obrero-estudiantil. Pocos días después, otro espacio urbano habría de conmover como nunca las estructuras de poder vigentes: el Cordobazo cerraba así un mes de mayo donde el interior del país ardió.

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